Cuánta verdad


-Deja de trabajar. Cásate conmigo. Será el fin de todas tus preocupaciones.

Había motivos para sentirse tentada. Abandonar mi tormento y gozar de desahogo material, disfrutar del farniente a perpetuidad con la única condición de vivir en compañía de un chico encantador, ¿quién podía dudar?

Yo, sin que entonces pudiera explicármelo, esperaba algo distinto. No sabía de qué se trataba, pero estaba segura de esperarlo. Un deseo es tanto más violento cuánto más se ignora el objeto que lo motiva.

[...]

Todo esto no dejaba de ser de lo más incierto. La voz de la razón me gritaba que aceptara aquel matrimonio: «No sólo serás rica sin trabajar, sino que además tendrás al mejor de los maridos. Nunca has conocido a un chico tan amable, divertido e interesante. Sólo tiene cualidades. Te quiere y tú le quieres sin duda más de lo que crees. Negarte a casarte con Rinri equivaldría a suicidarse».

No podía conformarme. El sí no salía de mi boca. Como en la isla de Sado, salía del paso con aplazamientos.


de Ni de Eva ni de Adán
Amélie Nothomb

No hay comentarios:

Publicar un comentario